PIRINEOS OROGRAFÍA, BIOLOGÍA, MEDIOAMBIENTE
EL PIRINEO VIVIENTE
Pirineos en castellano, Pyrénées en francés, Pirineu en catalán, Pirenèus en occitano, Perineus en la fabla aragonesa y Pirinioak o Auñamendiak en euskera o vasco. La cadena montañosa pirenaica emerge sólidamente en el sur de Europa formando la parte extrema de un vasto conjunto continental euro-asiático. Asimismo, destaca por ejercer en la actualidad –en términos geopolíticos–, como frontera de los estados español y francés, ubicándose en ella el minúsculo estado del Principado de Andorra.
“Yo soy agua, tierra, fuego, atmósfera, metal, mineral, piedra, vegetal, animal. Comprendo que existe en mi una inteligencia; tú también la tienes y no la ves.”
(Voltaire – Diccionario filosófico, 1764).
Los científicos consideran que los Pirineos, constituyen la terminación geológica o culminación occidental de un extenso conjunto de estribaciones montañosas que adoptan una clara dirección Este-Oeste a escala planetaria. Dichas montañas surgen desde el lejano y actual techo del mundo, en el Himalaya (en pleno corazón de Asia), continuando con los Montes Zagros y del Kurdistán (Mesopotamia), los Montes Tauros (Turquía o Asia Menor), el Cáucaso y los Balcanes (Europa oriental) y los Alpes (Europa central), hasta culminar en las montañas pirenaicas. Asimismo, todavía hoy es el hábitat natural de diferentes comunidades lingüísticas –con o sin estado propio– ya que en él se hablan el euskera o vasco, la casi olvidada y antigua fabla aragonesa, el occitano del mediodía francófono con sus diversas variantes, así como el catalán, el castellano y el francés. Destaca por su singularidad el caso del euskera o vasco, ya que es de las pocas lenguas catalagoda como no indeuropea que se ha mantenido en Europa y, muy posiblemente, esta antíquisima cultura esté inexorablemente ligada con este peculiar territorio montañoso colindante con el océano Atlántico. De hecho, en la rica y variada toponimía local que discurre desde Catalunya, pasando por Aragón hasta Navarra y Euzkadi, como también por los distintos territorios de la vertiente francesa (Rosselló catalán, Aude, Ariège, Cominges, Bigorre, Bearn e Iparralde vasco), encontramos, de forma abundante, términos locales de clara raíz vasca o euskera.
La descripción física de la cadena pirenaica se asemeja o se perfila como una espina dorsal montañosa que se extiende a lo largo de unos 440 kilómetros desde el mar Mediterráneo en el cabo de Creus o golfo de Roses (L´Empordà), hasta llegar al golfo de Vizcaya o Gascuña con el cabo Higuer (Euzkadi), extendiendo sus dominios montañosos hasta las mismas puertas del Valle del Ebro en el sur, en la ancestral Iberia y por el norte, hasta las amplias llanuras aquitanas o gasconas de la antigua Galia con una anchura aproximada de 150 kilómetros.
Sobre la formación y la estructura de los Pirineos, según las teorías del francés Pierre Choukroune en los años 60, su levantamiento final tectónico surgió hace aproximadamente unos 80 millones de años al converger o colisionar la subplaca ibérica y la placa continental europea. De tal manera que, hoy en día, se sabe que el polo de rotación de la remota subplaca ibérica se sitúa curiosamente en la zona parisina. Otra peculiaridad viene dada por la prolongación telúrica y tectónica pireanica que se produce a lo largo de las estribaciones paralelas al mar Cantábrico, hundiéndose más allá de las costas de Galicia, lo que técnicamente se conoce como “las anomalías 6 y 13 del Océano Atlántico”, acaecidas en tiempos remotos, hace unos 150 millones de años, cuando se liberó de la influencia de la placa norteamericana. Algunas de sus cumbres más conocidas sobrepasan los 3.000 metros de altura, entre ellas destacan el Aneto (3.404 mts.), Posets (3.375 mts.), Monte Perdido (3.355 mts.). Posee una clara disimetría norte-sur donde sus pendientes son más acentuadas en la vertiente norte que en la sur. Longitudinalmente, su disimetría es más suave hacia el mar Cantábrico en el Océano Atlántico y en cambio, mucho más abrupta en dirección hacia el Mediterráneo.
Los Pirineos se nos presentan casi como una perfecta barrera montañosa rectilínea. Sus vías tradicionales de penetración han sido desde tiempos inmemoriales los poros o pasos vasco y catalán, situados en ambos extremos. Recientemente, en pleno inicio del siglo XXI, gracias a las nuevas tecnologías de ingeniería se han abierto dos modernos túneles centrales, en el Valle de Arán y en el Puerto de Somport, sin olvidarnos de los ya existentes del Cadi-Puymorens y Bielsa, que facilitan el acceso automovilístico entre ambas vertientes. En cambio, la única vía ferroviaria transpirenaica central, que se abrió a principios del siglo XX entre el Estado español y francés, que unía las poblaciones de Canfranc y Oloron-Sainte Marie está en rotundo desuso desde hace varias décadas y se mantiene con serias dudas entre Puigcerdà-La Tour de Carol. Todo lo contrario sucede entre Perpignan-Figueres y Hendaye que ya canalizan los trenes de alta velocidad con la red central europea.
Los Pirineos son un gran espacio natural de una inmensa importancia científica, donde se presentas diversas biocenosis que sintetizan en forma esquematizada la Naturaleza del continente europeo. Los Pirineos son un ecosistema de carácter geológico y biológico donde la incidencia humana también ha dejado huella a través de diversos eventos. Destacan, muy particularmente, las épocas prehistóricas del arte rupestre pasando por la brillante arquitectura del románico así como del legado cultural de los diferentes caminos jacobeos que la transcurren procedentes de tierras galas. Asimismo, no podemos pasar por alto uno de los episodios más cruentos y horripilantes del movimiento cátaro como fue el sitio de Montsegur, acaecido en plena Edad Media. Finalmente no podemos dejar de lado la incidencia de las tecnologías modernas de nuestra actual era con la implantación de grandes explotaciones hidroeléctricas así como de los grandes equipamientos turísticos del ski en las altas cumbres pirenaicas y de los incipientes deportes de aventura como el rafting y el descenso de los ríos pirenaicos.
Los Pirineos también poseen un bagaje mitológico muy importante ya que muchos accidentes orográficos así lo delatan: Pirene, Titanes, la brecha de Roldán, Els Encantats, la Muller Dormita en el valle del Tena, El Gigante de Guara El Gratal… El mismo origen etimológico de los Pirineos nos lleva al mito de Pirene y Hércules. Así, Pirene, la hija del legendario rey ceretano Bebrix, regente del gran valle situado en la actual Cerdanya catalana y Hércules, el héroe semi-divino procedente de la lejana Grecia –punto primordial de entrada de la cultura indoeuropea en el continente europeo–, se funden en el episodio de su legendario décimo trabajo. Al morir la joven princesa, cuentan algunos relatos que el mismo héroe Hércules la enterró bajo una tumba o mausoleo formado por grandes rocas amontonadas en Lombrives en Ussat (Ariège), dando origen a la formación montañosa de los Pirineos. Otros relatos, en cambio, cuentan que su cuerpo fue colocado sobre una hoguera cuyo fuego impregnó las montañas, de manera que los primeros colonos griegos, establecidos antaño en el golfo de Roses (Girona), llamaron Pirineos a las montañas cubiertas por las llamas (del antiguo griego pyr o fuego).
Llegados aquí, cabe interrelacionar esta ancestral raíz etimológica indoeuropea pyr con otra cadena montañosa en Bulgaria (nación eslava e indoeuropea colindante con la griega), llamada curiosamente Pirin y al dios eslavo del rayo y del trueno llamado Perun, nombres todos ellos muy relacionados con el fuego. Actualmente sabemos que el nombre más ancestral de los Pirineos es Auñamendiak utilizado por la remota cultura euskalduna o vasca, topónimo relacionado con el Pico de Anie (también llamado Ainhie, Aña o Ahunemendi). Esta montaña sagrada de los antiguos vascones, situada actualmente en territorio del Bearn, se relaciona en el ámbito mitlógico con la residencia de la divinidad Janua-gorri llamado también Señor rojo o su variante femenina Iona-gorri ligada con la gran diosa Mari, la cual también regenta curiosamente, las tormentas y los rayos (relacionado con el elemento fuego). Aparte de su múltiple y exótica riqueza mitológica –que vamos a detallar en otro artículo–, querría resaltar que los Pirineos también están relacionados con el mito por excelencia como es la leyenda del Santo Grial. Dicho mito lo encontramos en San Juan de la Peña (antigua Jacetania), en Montsegur (Ariège) y en Montserrat (Catalunya). El pireneista Claude Dendaletche se pregunta si esta última montaña puede también considerarse pirenaica, como un posible remoto o extremo pequeño apéndice pirenaico, que se funde o mezcla con la cadena montañosa costero-catalana.
Actualmente los Pirineos están inmersos en una modernidad devastadora que parece irreversible y que ha provocado muchos cambios en su propio ámbito geográfico. Desde hace millones de años, los Pirineos han sido un gran espacio o hábitat vivo de modo que debemos ser conscientes que esta gran área natural, es un diminuto reflejo del Planeta Tierra, ente vivo donde todos los componentes naturales han llegado a converger en grado máximo, desde las simples rocas o sus impresionates cumbres hasta los frondosos espacios boscosos o la multiplicidad y diversidad de fauna que lo habitan. Sin duda, la presencia humana que en el transcurrir de estos últimos años ha ido, desgraciadamente, alterando su equilibrio natural de manera extremadamente inconsciente, creyendo que la modernidad puede conducir hacia un mundo cada vez más tecnificado y artificial obviando la casi perenne vida natural. Así, las rocas pirenaicas conforman el armazón físico de la cordillera; el agua y el hielo configuran su constante dinamismo; el aire y las tempestades liberan sus energéticas sensaciones; y la presencia humana se expresa como elemento ígneo inteligente que se autodescubre observando el mundo mineral, vegetal y animal pirenaico. Es hora que el ser humano entienda y sea consciente que sin esa vida natural, creada hace millones de años, no hay futuro para la Humanidad. Para la protección de la vida en el Planeta y también en este remoto espacio resulta imprescindible valorar, en su justa medida la existencia de este un auténtico y real Pirineo viviente. Lo hallamos casi a las puertas de nuestras mismísimas casas donde la montaña, el bosque, los animales y el ser humano con sus mitos ancestrales reflejan la auténtica esencia pirenaica, en definitiva, la vida misma.