Por Jaume Cluet
INTRODUCCIÓN
Cuando en Marzo de 1244 los cruzados sometieron el castillo de Montsegur, creyeron haber acabado con la herejía cátara. Aparentemente de “facto” así fue, pero a lo largo de más de setecientos años transcurridos después de esa fecha, la leyenda y el prestigio de los Cátaros, o buenos cristianos y buenas cristianas, tal como realmente ellos se llamaban asi mismos, no ha hecho más que crecer. Así, como un auténtico Ave Fénix, su ideal místico ha sido rescatado y encumbrado a lo largo de estos últimos años, tal como predijo curiosamente el último cátaro quemado en la hoguera, el famoso Belibasta en el año 1321, con su conocida frase; “Al cap de 700 ans reverdera lo laurel”. De tal forma, en el año 2021 se va a conmemorar el 700 aniversario del final del catarismo por el hecho histórico de la desaparición de este último perfecto. Pero, en realidad, dicha celebración, vendrá a reafirmar un evidente re-nacimiento o renovado interés para encumbrar los grandes valores espirituales que el catarismo legó a toda la humanidad.
Hasta hace apenas 30 ó 40 años, estos parajes pirenaicos occitanos eran raramente frecuentados por los amantes de la historia o de los enigmas y pocos podrían llegar a imaginar que un público tan extenso, como ocurre en la actualidad, fuera a recorrerlos (60.000 visitantes anuales cifrados en el 2019, según los organismos oficiales del turismo francés) ¿Por qué ese interés colectivo en conocer el recóndito país cátaro? ¿Qué buscan quiénes lo visitan? ¿Percibir la esencia que inspiró hace siete siglos a los hombres del Amor Puro? ¿Rememorar los escenarios históricos donde tuvo lugar la sangrienta cruzada albigense?
Con toda probabilidad, la inmensa mayoría de los visitantes se siente básicamente atraída por sus paisajes moteados de castillos desafiantes –auténticos nidos de águila– o por las encantadoras ciudades del Mediodía francés. De tal manera, pocos serán conscientes que en pleno siglo XIX, un poeta y pastor protestante occitano llamado Napoleón Peyrat, tras un viaje en el año 1860 para redescubrir al largamente olvidado Montsegur, retomó la antigua leyenda que evocaba el renacimiento del catarismo y que tanto impregnó estas ancestrales tierras llamadas d’Oc. De esta forma, proclamaba de nuevo la singular frase que se atribuye al último perfecto cátaro Guilhem Belibaste, quemado en la hoguera en el año 1321 en Villerouge-Termenès: Al cap dels set cents ans reverdera lo laurel (dentro de setecientos años reverdecerá el laurel).
Efectivamente, la leyenda llegó a cumplirse 700 años después de la caída de Montsegur, ocurrida en marzo de 1244. Aparte del mencionado Napoleon Peyrat y su voluntad en desplazarse a Montsegur, el interés renovado por el catarismo se encarnó en el transcurso de los años 30 del siglo XX de forma colectiva en el grupo denominado Los amigos de Montsegur y del Santo Grial, entre los que figuraban Deodat Roché, Antoine Gadal, Maurice Magre, René Nelli… desapareciendo tal asociación en plena contienda de la II Guerra Mundial. Tal acción provocará que, una vez pasado el período bélico, resurgiera un decisivo y remarcable estudio del catarismo indistintamente por el mundo académico y hermético para finalmente llegar a los años 90 del siglo XX en los que los organismos estatales, departamentales y locales de Francia asumen definitivamente con un gran empuje este gran legado histórico a través de importantes campañas publicitarias enmarcadas como “Pays Cathare”.
Veamos a continuación, a través de la presente descripción, qué tipo de interés ha ido engendrando el catarismo a lo largo de la Historia. Curiosamente tanto los teólogos, sociólogos, historiadores y filósofos actuales, así como los antiguos inquisidores y cronistas medievales se interrogan sobre el enigma que en sí representa esta peculiar ideología. El estudio del catarismo veremos que parte de un hecho crucial como fue la controvertida Cruzada Albigense. Muchas veces el estudio de dicha cruzada desplaza implícitamente a un segundo plano al movimiento cátaro. Apreciaremos, además, como la percepción que se tiene del catarismo varía considerablemente a través de las diferentes épocas por las que discurre la historia europea.
EN PLENA EDAD MEDIA
El texto fundamental que delimita el catarismo en esta época es sin duda La Cançon de la Crosada (Canción de la Cruzada), obra de dos autores anónimos sucesivos, elaborada entre los años 1209 y 1213, aunque se cree que el primer autor pudo ser un clérigo navarro afincado en Occitania llamado Guilhem de Tudela. El catarismo aparece en una posición discreta, centrándose la temática en la feroz lucha de dos campos de batalla desafiantes como fueron el de los condes de Tolosa y sus correligionarios, defensores de los nobles y antiguos valores de la tierra occitana, enfrentados a la coalición de los clérigos y franceses del Norte, bajo supuesta empresa religiosa, movidos en realidad por el odio e intereses egoístas. El resultado final, bien conocido de todos, de la derrota de los condes tolosanos fue nefasto también para la difusión de este preciado y singular texto medieval redactado en antiguo verso provenzal. Habrá que esperar hasta el siglo XIX para que dicho escrito pueda verse publicado. Hasta este instante, los historiadores apenas conocerán este documento más que a través de un resumen en prosa hecho un siglo más tarde de su redacción por un patriota tolosano. Si la Cançon de la Crosada por imperativos históricos, permaneció en la sombra, no sucederá así para otra interesantísima publicación medieval conocida como Hystoria Albigensis del cisterciense Pierre des Vaux-de-Cernay que era familiar de Simón de Montfort y, asimismo, sobrino de uno de los notables protagonistas de la Cruzada, el Abad Guy des Vaux-de-Cernay quien posteriormente llegaría a ser obispo de Carcasona entre 1221 y 1224.
La finalidad de la Hystoria Albigensis es la justificación de la gran empresa papal que fue la Cruzada. Esta crónica compuesta en latín entre los años 1212 y 1218, en plena época de luchas, es el fiel reflejo de la obra de un militante apasionado que procura sin disimulos convencer al lector de la justa causa de la fe, mediante una habilidad dialéctica y coherencia de remarcable carácter. En ella, los cátaros, aparecen como enemigos mortales. Pierre des Vaux-de-Cernay posee, asimismo, un interés especial en señalar a los cómplices de los herejes; en definitiva, a los provenzales de carácter vicioso y supersticioso, siempre dispuestos a sostener o tolerar la abominable herejía. Entre ellos, su máximo mandatario, el conde Raymond VI, el hombre de las cinco mujeres, hereje notorio, cruel y perjuro, totalmente indigno de poseer por más tiempo sus tierras, que deberán pasar a manos de otro señor más digno de regirlas. En definitiva, estos provenzales, bien se merecen ser tratados como infieles por el gran defensor de la causa romana, Simón de Montfort. Los cruzados, fieles servidores de la Iglesia son retratados en forma panegírica, al quemar a los herejes como maldita cizaña.
La Cançon de la Crosada y la Hystoria Albigensis representan los dos grandes textos medievales que inciden superficialmente en el problema cátaro. Son los dos grandes prototipos, ideológicamente opuestos, que enmarcan las dos grandes visiones sobre tan interesante temática. Por un lado, el discurso pro-occitano que resalta la injusta expropiación de las tierras del conde legítimo de Tolosa, que defiende vigorosamente la civilización del paratge (nobleza occitana), frente a la brutalidad franco-clerical, aunque relegando a un segundo plano el asunto cátaro para no dar ningún tipo de razón y argumento a la parte contraria. Así el discurso católico se fundamenta en la denuncia del peligro albigense y condena su inconformidad dogmática y su desviación moral. En el fondo, estos dos antagónicos discursos hacen gala de una total ignorancia del catarismo como movimiento propiamente filosófico y espiritual.
Hay que tener en cuenta que en una reciente tesis doctoral del año 2.000 del joven académico alemán Kay Wagner, ha llegado a cifrar en 175, los relatos medievales, de mayor o menor extensión, que se refieren a los cruentos episodios de la Cruzada Albigense. Pero en general, en lo que restará del período medieval, a los escribas y cronistas cada vez les importa menos el asunto cátaro. Sólo ocasionalmente los inquisidores y los teólogos son los únicos que se interesan por el tema ya que son los encargados de luchar contra los últimos fieles de dicha corriente heterodoxa. Entre ellos, destaquemos a Jacques (Jacme en occitano) Fournier, detentor de un gran registro inquisitorial para perseguir a los póstumos cripto-cátaros escondidos en los reductos pirenaicos del Sabarthez y de l´Ariège y al dominico Moneta de Cremona, profesor de la Universidad de Bologna, autor del radical texto Summa adversus cataharos et valdenses, cuyo radio de acción se centró en el Piamonte italiano. Los argumentos de Moneta poseen un fuerte cariz polémico y erudito ya que estaba familiarizado con la tesis y enseñanza cátara y asimismo había estudiado la historia de la Iglesia primitiva. Como Moneta, otro singular personaje fue Rainero Sacconi, nacido en Piacenza quien con anterioridad había sido un líder cátaro siendo posteriormente, a partir del año 1245, convertido por Pedro Mártir a la orden religiosa de los dominicos para llegar a ser con el tiempo gran inquisidor de Lombardía. Para tratar de convertir a sus antiguos hermanos de fe cátara escribió el códice titulado De cataharis, exposición de carácter jurídico sin apenas ningún trazo filosófico. Su escrito denota una notable cólera y una pasión desmesurada. En el año 1250, salen a la luz pública los manuscritos de las Actas de la Inquisición, testimonios del postrer exterminio de la corriente cátara. En los sucesivos años las investigaciones de los tribunales eclesiásticos, una vez conseguido su fin, caerán en el olvido hasta que la llegada de una nueva época provocará un renovado interés por el estudio del catarismo.
LA ÉPOCA DE LAS GUERRAS DE RELIGIÓN
Después de varios siglos de la instauración del mundo cristiano en Europa, esa unidad religiosa, se verá escindida. Así en el año 1520, Lutero es excomulgado y en 1536 Calvino publica La Institución de la religión cristiana. A partir de este momento el occidente cristiano verá nacer y desarrollarse un movimiento de revuelta contra las enseñanzas de la Iglesia romana que encuentra un eco considerable en muchos países y grupos sociales. El peligro de herejía, hasta ese momento, bien controlado y fácilmente combatido, toma de repente unas proporciones inquietantes. Así surge la ocasión inesperada de recuperar el recuerdo de los cátaros o albigenses. Los primeros que lo llevan a la práctica son los polemistas católicos para quienes el asimilar a los reformadores luteranos y calvinistas con los herejes constituye, de entrada, un interesante argumento intelectual. La condena de Lutero promulgada en el año 1521 en París, le sitúa en el marco histórico de las herejías como los maniqueos, husitas, wiclefistas, cátaros o valdenses.
El combate ideológico se centra en el predominio de una única y universal Iglesia, en el que cada una de las dos facciones (la protestante y la católica), se juega el ser la auténtica y continuadora de la obra de Cristo, considerando a su rival como la sinagoga de Satán. Estas dos facciones hacen hincapié en describir a los antiguos herejes cátaros como los predecesores de los protestantes. Así, mientras la interpretación protestante aprecia al catarismo como el verdadero testimonio de la Iglesia primitiva, los católicos lo ponderan como el reflejo de la Iglesia del Diablo contra la cual ya los apóstoles tuvieron que luchar. La querella se centrará, de este modo, entorno a la Fe de los cátaros.
Ya será bastante tarde cuando aparecerá en Lutero el tema de la Iglesia oculta, es decir, los verdaderos creyentes que en el curso de los siglos mantuvieron viva la verdadera fe cristiana frente al prepotente poderío del papismo. Para el luterano Sleidan, los verdaderos ancestros protestantes son los valdenses, aquellos que en el reducto occitano del Piamonte se alinearon en 1532 con los protestantes genoveses. Así, para los luteranos o calvinistas, cualquier evocación de los antecesores valdenses o cátaros significa un debate doctrinal que permite hallar las suficientes convicciones de la existencia antigua de una verdadera fe cristiana, totalmente al margen de las directrices romanas.
La polémica entre católicos y protestantes no cesará con el Edicto de Nantes de 1598, que marca el fin de la guerra en Francia entre estas dos confesiones, por lo que resurgirán rebrotes fratricidas tanto al principio como a finales del siglo XVII. A partir de ahí el debate va adquiriendo una metodología mucho mejor elaborada. Eso comportará un intento de percibir más profundamente la doctrina cátara hasta entonces sólo conocida de forma superficial. Se potenciará su estudio en relación con otras antiguas corrientes filosóficas y religiosas y el desentrañar el problema de su origen. Así, de esta forma, se analizarán de manera categórica y exhaustiva todo el conjunto de sus dogmas. Aunque por el momento no se llegará a un total conocimiento del catarismo, todo ello comportará un notable avance en su comprensión y profundización.
Dentro de este marco de enfrentamiento entre católicos y protestantes, en el año 1680 el polemista católico Bossuet publica una extensa obra conocida como Historia de las variaciones de las sectas protestantes con una clara connotación dialéctica contra los apologistas de la Reforma. En lo relativo a los cátaros y valdenses, Bossuet retoma las viejas y cómodas acusaciones de inmoralidad proferidas en la Edad Media contra los perfectos (bonshomes). Con la publicación de su obra Bossuet quiere demostrar, a partir de elementos históricos confirmados, la total ausencia de coherencia de las múltiples herejías habidas, consideradas hasta este momento como una cohesionada unidad, a través de una sucesión regular desde los tiempos antiguos. Respecto al entroncamiento histórico del catarismo, el autor resalta de forma notoria que claramente para él está enmarcado dentro de la corriente maniqueísta. A través de un rigor contrastado, tenido como modelo de estudio en aquella época, su obra es altamente apreciada dentro de los círculos eruditos. Representa para su tiempo la culminación de prolongados trabajos de investigación, ya iniciados por otros estudiosos en siglos anteriores, que permitirá asentar las bases nacientes de la erudición histórica.
Debido a este trabajo, los protestantes se verán obligados a tener que revisar sus opiniones y valoraciones sobre sus presumibles predecesores cátaros y valdenses, mediante una exhaustiva lectura de las fuentes histórico-religiosas. Ello comportará que definitivamente, las diversas corrientes protestantes no consideren ya imprescindible el abrigarse en los precursores movimientos disidentes religiosos. Más bien al contrario, a partir de esos instantes, verán a los albigenses como enemigos de la cristiandad, por lo que serán repudiados como antecesores de Lutero. El testimonio de sus propios mártires les bastará. De esta forma, los cátaros son enterrados y eliminados por segunda vez. Inutilizables para las controversias contemporáneas, sólo tendrán, en cierta manera un interés arqueológico.
Estos dos siglos XVI y XVII, marcados por las disputas confesionales, finalizan con la consecución y el logro de una metodología de conocimientos históricos más explícita y exacta pero todavía con importantes lagunas. Eso significa que el segundo intento para profundizar, clasificar y recuperar el catarismo ha fracasado. A posteriori, ese interés resucitará con nuevos bríos y bajo nuevas plumas.
EL SIGLO DE LA ENCICLOPEDIA ILUSTRADA
Los filósofos de la Ilustración, mayoritariamente, apenas se interesaron por los antiguos albigenses. La Enciclopedia los menciona escuetamente en algunas líneas y bajo forma menospreciativa. Pero esa no será la postura adoptada por Voltaire que consagró en su extensa obra Ensayo sobre las costumbres, publicada en 1756 todo un capítulo entero. En especial este episodio está consagrado a los horrores cometidos por los cruzados, inspirados expresamente por el fanatismo de los prelados. Las víctimas de la guerra albigense, son a la vez los cátaros y aquellos que los amparan, la burguesía y los transigentes condes de Toulouse. Ese interés por los cátaros no reside tanto en la esencia de su pensamiento como en su funesto destino. Ese enfoque, le permite a Voltaire realizar una radical denuncia de los excesos instigados por la intransigencia clerical. Este planteamiento va a girar en torno a dos grandes postulados: el de la lucha de la razón contra el oscurantismo y el del progreso social frente al despotismo. De esta forma, los cátaros, redescubiertos en una segunda juventud, serán el fetiche del anticlericalismo.
En el transcurso del siglo XVIII se asiste a una inicial tendencia laica de la Historia que permitirá considerar el affaire albigense no sólo bajo la perspectiva de un episodio religioso, sino como un acontecimiento político de notable interés, tanto para la historia de Francia como para la del Languedoc. La influencia que ejerció el siglo de la Ilustración sobre el catarismo se manifestó en la configuración de la verdadera leyenda negra de la Cruzada albigense, donde por primera vez el fanatismo de los prelados y de Simón de Montfort es duramente juzgado sin ningún tipo de paliativos.
Anteriormente entre 1730 y 1745, apareció la obra considerable de los benedictinos Dom Vaissette i Claude Devic, Histoire générale de Languedoc. El trabajo de ambos autores rebosa un profundo conocimiento de la historia occitana y por consiguiente, su visión del fenómeno albigense es la más completa de las escritas hasta aquel instante. En tanto que clérigos, su obra se sitúa por supuesto desde la perspectiva de la tradición historiográfica católica, pero aportando un tono mucho más liberal y ecuánime, acorde al siglo de la Ilustración. De esta forma su sentido de la objetividad les conduce a una detallada exposición de críticas hacia los impulsores de la Cruzada: el Papa y Simón de Montfort. Vaisette y Devic aportan en dicha obra para la posterioridad un sinfín de textos y documentos antiguos, pacientemente recopilados de un incalculable valor y continúa siendo una gran obra de referencia debido al importante corpus de textos antiguos que se reproducen y que muchos desaparecieron a raíz de los tumultuosos hechos de la revolución del 1790.
De esta forma, todo ya estará dispuesto para que los historiadores del siglo XIX puedan hacer su entrada. Poco a poco el drama albigense adquirirá cada vez una notoriedad más considerable con una sorprendente profusión de documentos y estudios.
EL SIGLO XIX O EL TIEMPO DEL MITO
Cuantitativamente el siglo XIX es un período excelente para los cátaros. En él se hablará más a menudo, más extensamente y con mucha más pasión que en todos los tiempos precedentes. Sin que realmente se pueda hablar de una moda cátara, su recuerdo conlleva, sin lugar a dudas, un impactante éxito. Así encuentran definitivamente su correcta ubicación en las grandes obras de la historia de Francia de manera progresiva. Interesan cada vez a más personas, ya sean autores o lectores, católicos o protestantes, ateos o creyentes, centralistas u occitanistas.
En el encuadre general de la Historia de Francia. el episodio albigense es tratado como un elemento secundario o provincial en relación al tema central del Estado. Pero nada impide, que de hecho, se vea al Midi o País d´Oc como una especie de utopía y de anhelo de los grandes temas liberales –civilización, tolerancia, libertad, razón–, frente a los contravalores reaccionarios –fe, fanatismo, despotismo, feudalidad–. Bajo este enfoque la Occitania de los cátaros llega así a ser ejemplar, aunque a veces bajo un prisma desfigurado.
En las obras de Sismondi y de Thierry (Historia de los Franceses, 1823 y Cartas sobre la Historia de Francia, en 1820), se plantean la existencia de dos Francias, una del Norte, la otra del Mediodía, separadas no solamente por sus orígenes dinásticos, sino también por su tipología de población y de sus propias civilizaciones. Este planteamiento coincide con el redescubrimiento de la literatura de los trovadores por los primeros romanistas (de Raynouard a Roché Gude). A través de ellos el público conocerá la existencia de la brillante y sentimental poesía occitana. La poesía trovadoresca representa el punto culminante de la elegancia y de la distinción dentro del período medieval. A partir de ahí, se valorarán los temas del Midi refinado y liberal, los albigenses como padres del libre pensamiento frente a la barbarie feudal de los cruzados franceses. Se asiste así al nacimiento de una leyenda de los cátaros que justamente está durando hasta nuestros días actuales. Los promotores del mito, sin lugar a dudas, jamás habrían llegado a soñar un éxito tan rotundo.
En pleno siglo XIX, después de la tentativa de la Europa napoleónica, surgirá el tiempo de las nacionalidades en lucha por ser reconocidas. Los ejemplos alemán, húngaro, polaco o irlandés, empiezan a fascinar a los impulsores del occitanismo. Es en autores como Sismondi, Thierry, y Henry Martin, que en los occitanos se encuentran las bases de los valores de una sociedad refinada, civilizada, democrática, opuesta al Norte por una profunda antipatía cultural. La primera organización importante que diseñó la renovación occitana es el movimiento llamado Felibrige, fundado en el año 1854 en Provenza. El poeta occitano Frederic Mistral es el gran personaje de dicho movimiento que evoca la cruzada en la publicación anual de la organización L´Armana Provençau. Describe la Cruzada como una operación de pillaje inspirada en la envidia de los hombres del Norte con su mirada fija en el rico Mediodía.
Es el tiempo en que Mistral, avalado por el éxito de su novela Mireio, su primera obra, publicada en 1859, configura sus convicciones nacionalistas conjuntamente con los promotores, allende los Pirineos, de la Renaixença catalana en Barcelona; momento en que el nacionalismo occitano parece irse consolidando dentro de un estado federalista francés. Pero, posteriormente en el año 1870, se produce el desastre francés de la humillación prusiana mediante la paz de Frankfurt. La pérdida de la Alsacia y la Lorena van a pesar como una losa sobre la totalidad de Francia. A partir de esta fecha, las acusaciones de separatismo que le imputan, lleva a Mistral, ya muy afectado por los acontecimientos, a aceptar ineludiblemente el discurso jacobino y centralista francés.
Mencionaremos también dentro de este periodo, la figura del eminente profesor de historia eclesiástica y teólogo protestante alsaciano Charles Schdmit, quien inaugura una nueva pauta para un exhaustivo estudio de la teología, el dogma, la moral y la metafísica cátara a través de su obra Histoire de la secte des cathares ou albigeois. Su incisivo análisis, a pesar de elaborar un sistema metódico y riguroso, para averiguar los orígenes de la doctrina cátara no resultó ser del todo satisfactorio pero alcanzó a ser un nuevo modelo de erudición sobre el estudio del movimiento cátaro. Asimismo no podemos olvidar la erudita obra del historiador norteamericano Henry Charles Lea versado en el estudio de las religiones y creencias ya desde su propio entorno familiar al recibir una esmerada educación en humanidades y ciencias que daría lugar a su extensa obra titulada A History of the Inquisition of the Middle Ages.
Finalmente, dentro de la ya mencionada corriente occitanista favorable al catarismo, resalta por sí misma la figura, casi desconocida, de un asombroso personaje como fue Napoleón Peyrat, tal como hemos señalado al principio del artículo. En su obra Historia de los Albigenses encontramos una confluencia de diversas corrientes. Sin una finalidad demasiado erudita, relata un planteamiento entusiasta a favor de los cátaros a los que considera continuadores del saber de los visigodos que, posteriormente, se expresará también a través de los gibelinos, trovadores y jacobinos. Por encima de todo pretende defender su bella patria occitana. Hombre de pensamiento izquierdista, es el impulsor y el promotor del redescubrimiento de Montsegur, como ápice central del catarismo. Su obra, más poética que histórica, relanza el mito albigense y el lugar sagrado de Montsegur como emblema pujante de la tierra occitana. De todas formas, su exposición nacionalista queda encuadrada dentro de un centralismo francés de tendencia izquierdista que persigue la fusión tolerable de dos corrientes superpuestas: la de un Mediodía civilizado y democrático con la de la evolución libertaria.
EL SIGLO XX Y LAS NUEVAS TENDENCIAS
A primera vista, en el período comprendido entre 1918 y 1939 se sigue la línea de los trabajos de investigación promovidos en el siglo precedente. Sólo la aparición de lo que se denomina el neocatarismo, impulsado por una nueva corriente de autores, aparece como radicalmente innovador. Para el resto de estudiosos el discurso centralista francés sobre la Cruzada continúa su carrera, sin ningún tipo de evolución notable.
Este neocatarismo, de ninguna forma, se presenta bajo unas directrices unificadas. Así, los escritos que señalan su surgimiento a principios de los años 30, parecen haber sido concebidos independientemente uno de los otros. Entre ellos sobresalen las obras de los escritores Maurice Magre con Magos e Iluminados y La sangre de Tolosa; asimismo Jean Rumilly con su novela La masacre de los Puros y sobre todo, la polémica publicación del alemán Otto Rahn con el sugestivo título Cruzada contra el Grial.
La Primera Guerra Mundial provocó una profunda irrupción del campo irracional frente a la naciente investigación científica. Una renovada aproximación al estudio de los cátaros se realizó bajo el prisma de la espiritualidad, simbología y mitología. De este nuevo planteamiento surgió una nueva metodología que religa a los cátaros con los movimientos espirituales más antiguos y los más herméticos de la historia del mundo. En definitiva, se recogió la herencia de una inicial corriente mística y antirracional, nacida a finales del siglo XIX en determinados círculos herméticos e intelectuales, interesados en las tradiciones más significativas como la gnosis, rosacruces, templarios, budistas, etc…
A raíz de estos noveles parámetros, en las postrimerías de los años treinta a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, es cuando se forma el grupo de Los amigos de Montsegur y del Santo Grial en el que van a estar curiosos personajes que darán un gran impulso al estudio del catarismo, ya sea desde una vertiente académica o hermética, como fueron los ya mencionados Maurice Magre, Déodat Roche, René Nelli junto con el inglés Rot-Wheeler, Antonin Gadal, la condesa de Pujol Murat.
Posteriormente, una vez finalizado el trance de la Segunda Guerra Mundial, en los siguientes años, al unificarse los diferentes campos de investigación (irracional, metafísico, científico e histórico), se va a avanzar de forma muy considerable en el conocimiento del catarismo, en definitiva, sobre sus orígenes, su doctrina, sus exposiciones filosóficas, su organización y divisiones internas. Este logro llegará gracias a los esfuerzos de autores e investigadores extranjeros que aportarán otras perspectivas y parámetros de definición que superarán el viejo enfoque de la corriente propiamente nacionalista francesa.
Las figuras del sueco Hans Söderberg, doctor en teología de la Universidad de Uppsala quien publica en el año 1949 La Religión de los Cátaros, viniendo a ser el primer académco en definir el catarismo como movimiento gnóstico cristiano, obviando un teórico y confuso origen maniqueo que se había mantenido hasta entonces y del alemán Arno Borst, quien publica en el año 1953 el libro Die katarer en la ciudad de Sttutgart: en el año 1953. Ambos marcan esta nueva pauta de un exhaustivo estudio científico y académico sobre la temática. Resaltamos asimismo los magníficos trabajos de investigación sobre el catarismo llevados a cabo desde la Universidad de Columbia (USA) por Walter L. Wakefield y Austin P. Evans en su libro titulado Heresies of the High Middle Ages. Tras estas notables figuras siguen el descubrimiento en la Biblioteca del Trinity College de Dublin del ritual occitano realizado por el filólogo belga Théo Venckeleer y los considerables ensayos de Christine Thouzellier que presentan los mismos caracteres: conocimiento íntegro de los documentos disponibles, así como esfuerzo para encuadrar y restituir la herejía en el contexto espiritual de una época de intento de cambio a partir del Año Mil. Otra persona notable con una encomendable labor es el sacerdote Padre Dondaine quien sacó a la luz pública uno de los documentos más importantes que se posee sobre el catarismo, el Liber de duobis principiis. al seguir los pasos de sus predecesores católicos como el alemán Ignaz von Dollinger y los franceses Célestin Douais y Jean Guiraud quienes abogaban por una relectura ecuánime de los documentos inquisitoriales.
Cerraremos esta exposición de autores más significativos del siglo XX con la figura inefable del ya mencionado René Nelli. Es el autor más prolífico con numerosos trabajos, libros, estudios que abarcan tanto el ámbito cultural occitano (La vida cotidiana de los cátaros y La erótica de los trovadores), como la introspección de la espiritualidad y el conocimiento metafísico y simbólico (La filosofía del catarismo y El fenómeno cátaro). Sólo a unos pocos años de su muerte, ha sido, sin duda, el erudito que marca para el naciente siglo XXI la adecuada pauta de la comprensión del catarismo desde una perspectiva total y múltiple del mismo.
Finalmente señalaremos que en estas últimas décadas del siglo XX, fueron interminables los autores que continuaron acercándonos y enriqueciéndonos en el conocimiento del catarismo de manera incesante y también de Montsegur especificamente. Entre ellos hay que destacar a Fernand Niel (con sus monografías de arquitectura y simbología sobre Montsegur y Queribús, que aunque hayan sido defenestradas por determinados arqueólogos, mantienen intacto el enigma que envuelve a dichas construcciones ya que dejan todavía bastantes cuestiones por resolver); Michel Roquebert (la exposición documental más extensiva de la historia medieval occitana y la cruzada albigense), Jean Duvernoy (el archivo más completo sobre el catarismo y de las actas inquisitoriales medievales), Dimitre Anguélov (gran especialista sobre el bogomilismo en Bulgaria, movimiento espiritual similar el catarismo en tierras orientales europeas), Zoé Oldenberg (la visión más poética de la Historia albigense), Lluis Racionero, Martin Alvira, Luis Melero, Emilio Mitre, Paul Labal, Anne Brenon (los analistas más profundos sobre la sociología del catarismo) Deodat Roché (el impulsor de la moderna corriente neocátara gnóstica), el inglés Arthur Guirdham quien profundizó en la sorprendente temática de la reencarnación y el catarismo y Elisabeth van Buren, una especialista en ocultismo que religa el misterioso asunto del tesoro de Rennes-le-Château con el catarismo.
EL SIGLO XXI ¿UN EPÍLOGO SIN FINAL?
Actualmente, habiendo ya traspasado las puertas de un nuevo siglo y milenio, la investigación del catarismo no queda de ninguna forma finalizada. Así, con renovados bríos desde el mundo académico surgen flamantes investigadores que empiezan a ser reconocidos como Pilar Jiménez, exdirectora científica del Centro de Estudios Cátaros de Carcasona y medievalista de la revista Heresis; Gwndoline Hancke, especialista sobre el rol de las mujeres en el catarismo; el profesor italiano Francesco Zambon, reputado investigador de herejías y profundo conocedor de las literaturas medievales mediante la sugestiva obra El legado secreto de los cátaros; Daniela Müller, especialista en el desarrollo de la eclesiología cátara en Alemania; Roland Poupin, estudioso de la teologia del catarismo. Asimismo José Dupré, especialista en la espiritualidad y el pensamiento dualista cátaro y los estudios del catarismo de la escuela historiográfica británica gracias a Robert I. Moore, Mark Gregory Pegg y René Weis de la prestigiosa Universidad College of London, avezado en el estudio de los últimos cátaros, como continuador de la prestigiosa obra del profesor del College de France, Emmanuel Le Roy Ladurie, con su obra: Montaillou, village occitan de 1294 à 1324, publicado en el año 1975. Y no podemos olvidar a Ylva Hagman, otra experta en estudios medievales de las herejías perteneciente a la Universidad de Linköping en Suecia, y Krastina Guetcheva, especialista en historia de la religión de los Bogomilos de la Universidad de Sofia quien en el año 2007 publicó en Bulgaria, con unas breves adendas introductorias en inglés y francés, la recensión más completa que se ha realizado hasta el presente sobre toda la bibliografía mundial que existe sobre el catarismo y el bogomilismo alcanzando la sorprendente cifra de 3.351 libros, lo que viene a indicar el tremendo interés que existe por la temática y que ahora mismo en pleno año 2020 con toda probabilidad ya se han superado de largo los 3.500 libros y con unas perspectivas de futuro inmejorables que de buen seguro no pararan de crecer.
Por otro lado, en estas últimas décadas los coloquios de especialistas, actas académicas y otra jornadas técnicas de estudio no han dejado de producirse y, sólo como un pequeño ejemplo, pasamos a mencionar las que se llevaron a cabo en Carcasona el año 1998 bajo el epígrafe Catharisme: l´edifice imaginaire en el que participaron entre varios autores conocidos, Pilar Jimenez, Roland Poupin, Francesco Zambon, Anne Brenon, Michel Roquebert, etc… Tenemos asimismo las Jornadas dedicadas a Jean Duvernoy en el año 2003 en la ciudad de Foix bajo el título Les Cathares devant l´Histoire en el que encontramos a Martin Aurell, Daniela Muller, René Soula, Enrico Riparelli, Krystel Maurin, etc… y también el Coloquio Internacional de Mazamet del 2009 bajo el lema Cathares: une histoire à pacifier donde participaron Annie Cazenave, Carles Gascon, Ylva Hangman, Gwendolyne Hancke, Julien Roche, etc… y asimismo el Congreso que tuvo lugar en Londres en el año 2013 cuyas actas se publicaron bajo el título Cathars in question: Heresy and Inquisition in the Middle Ages.
En resumen, pues podemos aseverar que aparecen, por doquier un sinfín de caminos que se entrecruzan y que tal como hemos percibido se complementan en los aspectos sociológico, religioso, místico y ocultista llegando a ser de tal magnitud el legado histórico del que nos hicieron herederos los cátaros, que su estudio viene enriquecido con nuevas y jugosas aportaciones. Aparentemente el catarismo determina sólo un pequeño instante de ese gran devenir que es Europa. Pero la clave radica en entender que es uno de los momentos más intenso y emocionante en espiritualidad que ha vivido nuestro viejo continente. En esencia, la huella de este acontecer ha permanecido inalterable durante más de 700 años a pesar de que se pretendió aniquilarla y borrarla de un solo plumazo.
El catarismo representa, en realidad, la estructuración radical del sentir transcendental y metafísico del ser humano europeo. En esta pequeña semilla occitana, en concreto, se resumen las más grandes aspiraciones espirituales de los pueblos europeos. Las diversas culturas desarrolladas a través de los tiempos en Europa siempre tuvieron presente, aparte de otros logros materialistas, una meta transcendental como así lo demuestran el conjunto de los distintos grupos celtas, germanos o eslavos (mitologías), la civilización greco-romana (filosofía y paganismo), las naciones cristianas medievales (cruzadas y peregrinaciones religiosas). El catarismo sin ser una excepción, tuvo la virtud de canalizar esa expresión transcendente de la manera más simple y adusta, a través de un ideal de sacrificio personal, desprendimiento de las cosas temporales y una total implicación en la vivencia íntima con la misma Naturaleza, reflejo de la perenne esencia microcósmica-macrocósmica. Portadores de un vivificante arquetipo metafísico y conocedores de los recónditos tesoros espirituales, mediante su sencillo y humilde proceder nos legaron uno de los más entrañables mensajes espirituales, al no renunciar a sus principios pese a la espantosa persecución y aniquilación de que fueron objeto de forma sistemática.
Así, 700 años después de su desaparición, una incesante multitud recorre estos acogedores parajes de historia y leyenda. A partir del Año Mil, en estas tierras occitanas, los cátaros sigilosamente empezaron a dar sus primeros pasos. A través de su digno ejemplo y conocimiento aportaron una nueva luz radiante a una vieja Europa envuelta en aquellos instantes en las sombras de la intransigencia e ignorancia. Curiosamente, tras el inicio de un nuevo Milenio, también en nuestro mundo actual, harto preñado de incesante materialismo, surgirán de nuevo esos hombres y mujeres capaces de portar una antorcha silenciosa de lucidez y sabiduría.
*****BIBLIOGRAFÍA*****
HISTORIOGRAPHIE DU CATHARISME
Cahiers de Fanjeaux (Nº 14)
Eduard Privat, Editeur . Toulouse, 1979
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LES CATHARES DEVANT L´HISTOIRE
Mélanges offerts à Jean Duvernoy, sous la direction de Matin Aurell
L´Hydre Éditions . Cahors, 2005
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LES CATHARES
Arno Borst
Éditions Payot . France, 1988
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CATHARISME: L´EDIFICE IMAGINAIRE
Actes du 7º Colloque presentés par Jacques Berlioz et Jean-Claude Hélas
Centre d´Études Cathares. Carcassonne, 1994
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LOS CÁTAROS
Julie Roux-Perino
MSM Éditions. Vic-en-Bigorre, 2006
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