CÁTAROS Y TROBADORES

CÁTAROS Y TROBADORES

El mundo exótico de los trovadores, aunque lejano y algo enigmático, está perfectamente asimilado dentro de nuestra cultura ya que en el aspecto literario, configura básicamente el instante de partida de la lírica de nuestras lenguas romances europeas.

Texto: Jaume Cluet

MONTSEGUR Y PUYVERT

Así como Montsegur es el símbolo y el enclave principal del catarismo occitano, por otro lado, se puede también afirmar que el castillo de Puivert representa el emblema por excelencia de uno de los principales lugares de encuentro de los trovadores en el Languedoc. Son dos espacios situados en pleno Pirineo que antaño mostraron dos visiones muy distintas, aunque complementarias de la vida del hombre del medioevo occidental. Por un lado, Montsegur fue el signo vivo de la metafísica trascendente y hermética canalizada a través del Amor Puro, mientras que Puivert fue el receptáculo del gozo de la erótica trovadoresca, expresada a través del Amor Cortés.

Puivert no dista mucho de Montsegur, escasamente unos 20 Kilómetros; aunque en realidad es como si ambos centros que se hallaran insertos en el mismo corazón de una antigua y peculiar cultura como lo fue la provenzal, actualmente conocida como occitana, estuviesen muy distantes entre sí; como si hubiesen estado ubicados en los extremos más distantes de esta zona histórica y que por pura casualidad ambos movimientos, el de los cátaros y el de los trovadores se hubiesen desarrollado con especial incidencia en estas tierras.

Si por un lado Montsegur representa la corriente herética y hermética del Amor Puro (difícil de comprender para nuestra actual cultura occidental y que fue radicalmente truncada hace ya más de 700 años, siendo por lo tanto mucho más difícil de rescatar); en cambio, Puivert abarca ese mundo maravilloso y exótico de los trovadores, un mundo, aunque lejano y algo enigmático, que está sin embargo perfectamente asimilado dentro de nuestra cultura ya que en el aspecto literario configura básicamente el instante de partida de la lírica de nuestras lenguas romances europeas.

Curiosamente ambos movimientos, el uno metafísico-religioso y el otro literario-social, fueron expresamente aniquilados por la Inquisición. Primero los cátaros que fueron salvajemente perseguidos y erradicados de sus propias tierras y posteriormente los trovadores cuyas exposiciones sobre el arte amatorio fueron tajantemente prohibidas.

Veamos pues, a través del presente análisis, las similitudes existentes entre ambas corrientes que convivieron en una misma época y que asimismo surgieron en una misma unidad histórico-cultural, la occitana, y cuyas doctrinas o filosofías, a decir verdad, aunque muy distantes entre sí en sus peculiares desarrollos tuvieron varios aspectos en común. Ya en precedentes temas hemos profundizado en las características propias del catarismo, por tanto vamos ahora a describir las peculiaridades del movimiento de los trovadores, para finamente hallar esos puntos de roce entre ambas corrientes, tan alejadas solamente de forma aparente.

ORÍGENES DEL TROVAR

¿Cuál es el origen del Amor Cortés reflejado a través de la erótica trovadoresca? La respuesta en sí es bastante compleja, aunque vamos a intentar desvelarla paso a paso. Tal como expone René Nelli en su valiosa obra titulada La Erótica de los Trovadores se debe entender por Erótica provenzal o Amor provenzal el conjunto de las teorías y conductas sociales que en el territorio definido como el Mediodía de Francia y en los diversos países medievales europeos influenciados por la cultura occitana, entre ellos Catalunya, Castilla, Portugal, Francia, Italia o Alemania, durante casi 300 años, desde principios del siglo XII hasta finales del siglo XIV han marcado las tendencias sexuales del ser humano medieval y que dieron con ello un nuevo sentido a la idea del amor.

El Amor Provenzal es pues un fenómeno social que debe ser estudiado y explicado como tal. Curiosamente, cabe resaltar el hecho de que jamás haya sido elaborado de una sola vez por algún o algunos moralistas, sino que lo fue poco a poco y de manera colectiva por casi 400 trovadores a través del transcurrir del tiempo. Así, esos trovadores expresaron en sus canciones las aspiraciones –inicialmente bastante confusas–, de distintos amantes de ambos sexos al igual que infinidad de sueños sentimentales de diversas generaciones, ya que hubo tanto trovadores hombres como mujeres, aunque en el caso de las féminas fueron una minoría llamada trobairitz.

A pesar de las variaciones que las circunstancias le han impuesto, la erótica provenzal u occitana es sin duda el sistema más eficaz que jamás haya podido ser imaginado para encauzar el instinto sexual mediante la exaltación y la sutileza, permitiendo de esta manera una notable purificación del amor entre ambos sexos. Pero como los trovadores no lo expusieron de una manera metódica, su coherencia interna e incluso la unidad relativa de sus tendencias, no siguió una exposición similar al estilo de los tratados moralistas, aunque en el devenir de sus composiciones se puede detectar con facilidad que muchas de sus contradicciones son más aparentes que reales y que su dialéctica ofrece más rigor de lo que a primera vista pueda no parecer.

El problema de los orígenes de la erótica provenzal continúa siendo, aún hoy en día difícil de determinar, ya que hay que ser cauto en afirmar que el amor provenzal u occitano en su conjunto, procede exclusivamente de una determinada erótica anterior. A través de los diversos estudios realizados sobre los orígenes de la erótica del amor trovadoresco provenzal, se puede ir mas allá de una simple cuestión de diversas interdependencias históricas de raigambre latino-occitana o árabe-occitana, ya que se fundamenta sobre las constantes sociales que la etnografía y la tradición descubre en casi todos los pueblos o culturas en los niveles de civilización incluso más arcaicos.

De esta manera, a parte del precedente árabe, se señalan los antecedentes de la poesía religiosa en latín de los clérigos medievales y su influencia en el sentido puramente formal, el cual no puede explicar el trasfondo real de la esencia de la poesía cortés. Asimismo, otros autores han sugerido correctamente la influencia de los antiguos lais e historias de origen celta-bretón, de la Aquitania francesa o de la misma Provenza. Al mismo tiempo que también se ha conjeturado la existencia de una ancestral lírica tradicional que se cristaliza posteriormente en las jarchas, cantigas de amigo, chansons de femme, frauenlied y otras que vienen a ser sustratos de un primitivo lirismo popular procedente de las antiguas culturas indoeuropeas.

CARACTERÍSTICAS

Veamos pues ahora quién representa ser la figura exótica del trovador y las características propias del trovar. El trovador es aquel que compone poesías que son destinadas a ser difundidas mediante el canto y que, por tanto, llegan al destinatario a través de su escucha y no por la lectura. Es éste un punto esencial y primordial que siempre debemos tener presente. Para los trovadores componer era cantar, aunque muchas veces no vayan a ser ellos en persona los que canten sus poesías. En cuanto al origen de las palabras provenzales trovartrovador se admiten que derivan del latín medieval tropare, formadas a su vez sobre tropus, nombre de ciertas composiciones versificadas con melodía que se desarrollaban en el transcurso de los cantos litúrgicos y que precisamente fueron cultivados con intensidad en el siglo XI en la abadía de San Marcial de Limoges, o sea, en las tierras mismas donde se produjo la poesía trovadoresca. Aún no existe, pero, un método seguro y práctico para descifrar con completa certeza la composición musical de los trovadores.

Según el prestigioso musicólogo español Julián Ribera dicha música fue notablemente influenciada por las composiciones de los músicos árabes o andaluces, cuya pujanza se hizo sentir en todas las naciones medievales europeas. Así de esta manera hay que hacer hincapié en la venida y estancia en España de numerosos trovadores y juglares desde el siglo XI, ya fuese en la participación de contiendas militares o en el transitar por el camino de Santiago quienes, al ponerse en contacto con el vecino arte popular musical árabe o andalusí, sin duda sufrirían una inevitable influencia la cual transmitirían luego en su país de origen. Tal hecho confirmaría la aparición en la Europa medieval del ars mensurabilis o música medida –cuyos modos rítmicos corresponden casi exactamente con los géneros rítmicos del arte oriental–, así como la introducción en la cultura europea del uso de los instrumentos árabes u orientales como el rabel, laúd, guitarra morisca y otros, y, por último, la existencia de formas fijas, que, como el rondó y la balada, tienen la misma estructura técnica que las canciones andaluzas de los siglos VIII al X.

En nuestros días hay una propensión decidida a empequeñecer el influjo de los árabes en la cultura cristiana, y hasta negar su directa influencia en la poesía de los pueblos neo-latinos. Ciertamente, el problema está lejos de ser resuelto. Para concluir este apartado señalaremos que incluso, aunque se demostrase que la poesía provenzal –en su formato–, no debe nada a los géneros poéticos mozárabes u andalusíes, y que su versificación deriva enteramente de la métrica neo-latina, quedarían todavía los parecidos constatados entre la erótica árabe y la erótica provenzal que no se pueden explicar sino por una influencia doctrinal de la primera sobre la segunda, como por ejemplo queda reflejado en temas tan comunes como las divisiones ternarias del amor, la teoría del corazón separable y el intercambio de corazones, la sobreestimación de la mujer, la sumisión absoluta del amante a su dama, la exaltación del largo deseo y la idea de muerte por amor.

Los provenzales se adhirieron a la idea de que el amor toma nacimiento en los corazones generosos y relegaron a un segundo plano el valor de la continencia, la cual, contrariamente para los árabes, correspondía sólo al amor digno de este nombre. Las dos eróticas presentan un notable paralelismo tanto en sus trazos maestros como en sus temas accesorios, aunque la occitana se desarrolló con un retraso de casi dos siglos sobre la primera, aunque la erótica occitana sigua al final el mismo devenir que la erótica árabe no debemos contemplarla como una copia pura y simple. La erótica provenzal resulta ser de un prolongado proceso o esfuerzo para poder encajar los primordiales conceptos engendrados en la España musulmana con la postrera renovación progresiva de la sensibilidad, ya que se pueden importar directamente modelos formales poéticos pero muy difícilmente los mismos sentimientos amorosos surgidos de ámbitos político-sociales distintos.

La erótica de los árabes tenía un carácter a la vez caballeresco y místico ya que en ella el heroísmo y el amor puro se encontraban mezclados. Por el contrario, la erótica occitana siempre manifestó dos tendencias divergentes que se mezclan a veces, pero que a menudo reactúan una sobre la otra: una primera tendencia caballeresca y una posterior tendencia cortés. Sin lugar a duda, comenzó por ser casi exclusivamente caballeresca a través del duque Guillermo IX de Aquitania, considerado como el primer trovador, transformándose poco a poco posteriormente a través de otros trovadores tan notables como Marcabrú, Cercamón, Bernat de Ventadorn, etc… para terminar siendo inexorablemente de carácter cortés con Montanhagol, por lo que dicha evolución habida entre ambos extremos motive el análisis necesario de las circunstancias que propiciaron dicho cambio.

Así, los caballeros meridionales occitanos tenían conciencia de la solidaridad política que les unía. Se consideraban a sí mismos como miembros exclusivos de una misma cofradía de Amor. Eso permitía a dichos nobles, en tanto que tales, jugar un papel importante en estos debates lírico-eróticos ya que creían que sólo ellos eran capaces de amar y por extensión sólo ellos tenían tal derecho que hacían extensible a sus respectivas nobles damas. Por contra, los amantes de signo cortés, es decir, los trovadores jamás llegaron a constituir, ya fuese realmente o idealmente, una cofradía parecida ya que por desgracia los separaba una distancia demasiado grande de sus estimadas damas, por el simple hecho de proceder de una extracción social inferior. Era evidente que no poseían ni la protección ni los medios prácticos –riqueza y poder– para ejercitar un rol social notorio. Su principal interés o inquietud se dirigía principalmente en conseguir que sus nobles amigas se dignasen por lo menos a considerarlos como sus iguales o semejantes en el terreno sentimental y a poder ser de manera secreta.

Antes hemos mencionado que el amor caballeresco se practicaba entre iguales. En realidad esta igualdad será a menudo ilusoria y bastante peligrosa para la virtud de la dama, según la teoría cortés. Las damas que tomaban por amantes a nobles de un rango social superior al suyo, eran consideradas por los trovadores como banales y carentes de honor. Pero el peligro de esta virtud solo existía en el terreno del amor y no en el terreno del honor aristocrático, ya que tanto las damas como los caballeros en el juego del amor se consideraban como iguales. De ninguna forma era así en el amor cortés, donde el trovador no era y no debía ser el igual de su señora. Así pues, el mismo espíritu del sistema cortés implicaba que la dama fuese siempre de alto rango, a fin de que su orgullo de clase constituyese un obstáculo para la realización del amor y lo mantuviese en los límites de la amistad.

Trovadores y caballeros coincidían en que debían llegar a ser dignos del amor a través del valor, aunque siguieran caminos diferentes: para los caballeros el amor debía merecerse por acciones guerreras, en cambio para los poetas lo sería por la calidad depurada de su sentimiento. Para los nobles el lazo establecido entre la valentía y la sexualidad, se confundía con la vieja ley natural que implica que los más bravos posean a las más bellas. Según esta erótica primitiva y de carácter marcadamente masculina, el caballero amante podía, en efecto, merecer el amor sin ser verdaderamente amoroso. Todo lo contrario sucedía en el sistema cortés ya que la prueba propia del amor era la pequeña ceremonia íntima de los “assays” o ensayos que permitían a la dama verificar en qué medida estando a su lado su amigo trovador, en una situación heroica y tan tentadora, era capaz de respetarla por amor. Esta continencia temporal masculina era una prueba del amor puro donde lo anímico predominaba sobre lo físico.

Así la dama alcanza a perfeccionar a su amigo, perfeccionándose también ella misma. Es por eso que la erótica cortés envuelve un principio espiritual superior al de la erótica caballeresca y, es quizás porque el amor cortés abría tales perspectivas morales que con el paso de los años terminó por suplantar definitivamente al amor caballeresco. No obstante, no debemos olvidar que la primera idealización del amor es la obra de aristócratas guerreros. De la erótica árabe que había asociado mitos heroicos a las exigencias del “amor puro”, los occitanos solo retendrán básicamente los caracteres caballerescos más externos, a partir de los cuales tendrán que reinventar por su propia cuenta, una erótica más refinada que con el paso del tiempo llegará a ser cortés.

DESARROLLO

Con el duque Guillermo IX de Aquitania, primer trovador del que se tiene noticias en torno al año 1100, vamos a ver cómo las primigenias tendencias caballerescas generan el primer movimiento ascendente del amor cortés hacia su purificación. Será solamente con los trovadores del período en torno a 1150 que vamos a ver constituirse el amor cortés como reacción contra el amor caballeresco de los grandes señores, siendo sus personajes más representativos Marcabrú, Cercamón y Jaudre Rudel. En la época que estos trovadores escribían, es decir entre los años 1130 y 1150, la erótica provenzal estaba todavía buscando su propia vía: vacilaba, de una parte entre el amor caballeresco –de corte realista– y el amor cortés –de corte idealista– más o menos depurado, que estaba todavía por inventarse; y por otra parte entre el amor profano y el amor divino.

La erótica de 1150 marca una fecha importante dentro de la historia del sentimiento. Se caracteriza por una erótica de transición, que difiere tanto de la precedente de Guillermo IX como de la que se desarrollará a partir de Bernat de Ventadorn, entre 1150 y 1180. Por primera vez, estos trovadores insisten sobre la naturaleza espiritual del amor ya que exponen abiertamente que el amor es la unión de los corazones y por tanto del amor puro. Así el amor no obedece ya a ninguna consideración de orden social para llegar a ser definitivamente igualitario.

De 1150 hasta 1250 aproximadamente o mejor dicho entre la generación de Bernat de Ventadorn (1150 – 1180) y la de Uc de Saint Circ (1200 – 1263), la doctrina del amor terminó por constituirse y socializarse. En este periodo la erótica se empieza a definir puramente como cortés, dejando de lado las ambigüedades religioso-místicas y mitigando u obviando los componentes caballerescos que tuvo antaño. Así, en este preciso período el primigenio espíritu caballeresco ya sólo se expresará a través de las novelas medievales de caballería.

Entre las diversas características que definen propiamente al amor cortés hay que resaltar los siguientes trazos: el enamoramiento que está causado por una sustancia de orden metafísico que emana del corazón, la alegría que es el principio y el final de todas las virtudes de los amantes; el fins amor que es un conjunto de reglas estrictas que aseguran la purificación del deseo sexual, las cualidades del fino amante que son a la vez dadas y adquiridas debiéndolas perfeccionar a través de un largo servicio voluntario, la exaltación de la dama perfecta y finalmente, las recompensas del amor ya que entre el beso y el acto sexual, indefinidamente aplazado, la erótica provenzal conllevaba otros premios o recompensas mucho más secretas. Entre dichos trovadores de este período llamado clásico destacan, además de Bernart de Ventadorn, Guirault de Borneil, así como la poetisa o trobairitz, condesa de Día.

EL ENTORNO HISTÓRICO

Mientras la sociedad occitana no se vio amenazada por la guerra y las persecuciones, los trovadores del Mediodía francés se ocuparon exclusivamente del amor y de la cortesía. Sólo prestaron atención a los problemas político-religiosos cuando los acontecimientos debidos a la Cruzada Albigense, arruinaron las pequeñas cortes de amor, mantenidas por damas occitanas, que les permitían vivir adecuadamente y que provocaría la posterior dispersión de su público.

Todo esto significa que los intereses de los trovadores estaban vinculados en el aspecto sociológico con los de la nobleza meridional y que se sintieron inclinados a participar en su defensa cuando empezaron a peligrar. De manera que, los trovadores del período posterior al año 1250, se encontraron por la fuerza de los hechos tanto en el campo de los adversarios de la Iglesia como del ejército francés del Norte. De tal forma que se vieron obligados a seguir la suerte de sus señores nobles amenazados o expoliados y sin cuya protección jamás hubieran tenido ningún soporte social.

La Europa medieval, por desgracia, no volvió a recuperar el mismo nivel de libertad intelectual perdida por causa de este enfrentamiento ya que si hubo un espacio donde la libertad y la fecundidad lírica encontraron cobijo, fue precisamente en este enclave mediterráneo y provenzal que limitaba con el norte de Italia y llegaba hasta el limítrofe territorio de la corona catalano-aragonesa. El poema medieval La Cruzada contra los albigenses nos muestra como el país d´Oc en el siglo XII, estaba alejado de toda lucha ideológica, religiosa o social. Las ideas no chocaban sino que circulaban en un ambiente de absoluta tolerancia. Pero las armas extranjeras impusieron la represión y la tan apreciada libertad que pereció entonces ya no volvió a resucitar.

Este país, que acogió una doctrina tan a menudo señalada de antisocial como el catarismo, fue un ejemplo incomparable de orden, libertad y unión de clases. Era una civilización de la ciudad que se gestaba en esta tierra, pero sin el germen nefasto que desoló las ciudades-estados de Italia. El magnífico espíritu caballeresco y cortés que predominaba en la avanzada sociedad occitana aportó un decisivo factor de cohesión social y político. Así, pese a pequeños conflictos entre señores locales y en ausencia de toda centralización, un sentimiento común unía estas tierras: se vio en las ciudades de Marsella, Beaucaire, Avignon, Carcasona, Toulouse y en los territorios colindantes de Gascuña, Catalunya y Aragón que se unieron espontáneamente contra Simón de Montfort. Esta común unión no llegó a triunfar y con la posterior victoria de los franceses del Norte, se instauró una cruenta represión gracias a un nefasto y retrógrado sistema económico y social calcado del feudalismo germánico.

CÁTAROS Y TROVADORES, UNA CONVERGENCIA SOCIAL

Los cátaros y los trovadores convivieron durante más de dos siglos en las mismas regiones occitanas, especialmente en los condados de Tolosa y Foix y en el vizcondado de Carcasona. Participaban de la misma civilización, formaban parte de la misma sociedad y muchas veces sus intereses se confundían ya que solían tener los mismos protectores nobles. En los castillos, los bonshomes y los poetas, hablaban ante el mismo auditorio de caballeros y damas.

Sus ideologías respectivas, aunque muy opuestas en cuanto al fondo, presentaban algunos puntos de curiosa convergencia sobre todo en lo concerniente al problema del matrimonio. Dicha particularidad consiste en que, por primera vez, dos doctrinas absolutamente opuestas, el catarismo y el amor cortés, tienden a liberar a la mujer anulando la noción de pecado carnal. Amor no es pecado, sino virtud, decían los trovadores. En cambio, los cátaros sentenciaban: es siempre pecado para los perfectos pero no para los simples creyentes. Así, las mujeres aprovecharán esta doble enseñanza para reivindicar el derecho a amar a su manera y en afirmar su independencia frente a la potestas masculina. Indiscutiblemente, para las mujeres de la nobleza del siglo XIII, el libertinaje, al igual que el ascetismo pero en sentido inverso, constituyó una protesta inconsciente contra el orden social que las coaccionaba y sobre todo contra el matrimonio que solía favorecer a los hombres. Si querían afirmar su autonomía, las damas tenían acceso a escoger el camino propugnado por los trovadores, en el que predominaba la libre idea de que el amor no es pecado, o bien, por el contrario el camino aconsejado por los bonshomes donde el ascetismo y la perfección, es decir, el amor en su grado máximo de pureza, fue más asequible a todo tipo de mujeres, sin importar la capa social de la que procedían.

De tal manera hay que afirmar que “el amor provenzal” se desarrolló paralelamente al catarismo, en las mismas regiones occitanas, y que durante el largo transcurso de dos siglos, las dos doctrinas llegaron a coexistir. Los documentos del siglo XIII nos revelan cómo gran parte de las damas de las regiones de Tolosa, Albi, Carcasona y condado de Foix que acogían y protegían los trovadores, eran asimismo creyentes o simpatizantes del catarismo en vísperas de la Cruzada Albigense. Se puede pues pensar que no veían ninguna contradicción entre las teorías poético-eróticas de sus trovadores y la filosofía moral de los bonshomes. La mayoría de ellas estaban seducidas por la novedad de la doctrina cátara y se interesaban por las discusiones metafísicas y generalmente mostraron más a menudo un claro acercamiento a la herejía que por parte de sus propios maridos. Mientras que la mayor parte de los señores y caballeros occitanos se decantaban por una revuelta contra las posesiones eclesiásticas ya que para ellos era una magnífica ocasión para expoliar los bienes de los clérigos romanos; en cambio, ellas fueron consecuentes con sus compromisos con la iglesia cátara ya que a pesar de la terrible persecución, prefirieron morir en las hogueras con una fe y un coraje dignos de admirar.

EL PERÍODO ALBIGENSE

Cuando se releen los poemas de los últimos trovadores, encuadrados dentro del período llamado albigense, se descubren, sin lugar a dudas, conceptos o expresiones que llevan indiscutiblemente la huella del pensamiento cátaro. Ello viene motivado por el hecho de que la persecución había puesto en contacto a los poetas resistentes con los perfectos, ya que todos se veían involucrados en el seno de la misma clandestinidad. Entre ellos destacaremos a Peire Cardenal o Montanhagol que aunque no fuesen creyentes o simpatizantes de la iglesia cátara, estaban inmersos, tanto en el condado de Tolosa como en otros enclaves, en la atmósfera activista o revolucionaria de la herejía. Asimismo y de manera sorprendente, hacia finales del siglo XIII y sobre todo en los círculos cultivados de la ciudad de Tolosa empezará a propagarse una gran simpatía por el movimiento cátaro que propiciará adhesiones a su causa tanto en el bando de los anticlericales como de los reformistas católicos que odiaban las nefastas secuelas de la cruzada francesa y la persecución de la Inquisición.

La iglesia romana siempre vio con malos ojos la implantación de la doctrina amorosa de los trovadores. La propagación de dicha doctrina trovadoresca había propiciado la aparición de una sociedad occitana liberal, aristócrata y burguesa, en la que algunos sacerdotes entretenían concubinas e incluso algunos monjes suspiraban a veces por notables damas. De esta manera, podemos decir que el Amor tenía más fieles que Roma en las tierras meridionales. Todo ello cambió después del triunfo de la cruzada contra los cátaros y, muy especialmente, a partir del año 1233, fecha en que la Inquisición, establecida ya anteriormente en 1229, fue confiada a los dominicos. A partir de este instante, las circunstancias se revelaron más propicias a la restauración de un orden moral católico gracias a una sistemática persecución.

Los predicadores comenzaron a atacar el “amor provenzal” y hubo un antagonismo combatiente entre los trovadores que defendían los valores del pasado y los inquisidores que condenaban las prácticas del amor cortés. Los dos trovadores más representativos de este periodo Peire Cardenal y Guilhem Montanhagol quienes soportaban de mala manera la dominación francesa, tomaron partido por el conde de Tolosa, Raymond VII, considerado por ellos como el último defensor natural de “Paratge”, es decir, de los auténticos valores nobles de la patria occitana. Así en sus respectivas composiciones la deslealtad, la mentira y la perfidia quedan encarnadas en las nefastas figuras de invasores e inquisidores; mientras que el honor, la integridad y el amor son propios de los nobles y trovadores meridionales. Para estos últimos los peores enemigos de la civilización meridional no fueron los aristócratas invasores del norte sino el clero, tanto sacerdotes como monjes, sobre todo los que ostentaban importantes cargos dentro de la iglesia romana.

Todo ello nos lleva a ver como en el mismo país y en la misma época en que nace y alcanza su apogeo el catarismo, surge también y florece precisamente el arte de los trovadores que, sin embargo, lograría sobrevivir en más de un siglo a las manifestaciones públicas de la herejía. Las nefastas circunstancias que tuvieron que experimentar ambos movimientos inducen a creer en que hubo una contrastada interpenetración entre ambos fenómenos. Mientras el catarismo fue poderoso en el país d´Oc, los trovadores pudieron cantar abiertamente, es decir, en trovar plan. La posterior cruenta persecución, así como la conquista progresiva del país por el ejército cruzado y el inevitable paso de los últimos bonshomes a la clandestinidad coinciden, por el contrario, con el florecimiento del canto cerrado, es decir, del trovar clus o trovar ric. Por todo ello, es fácil entender que bastantes poemas de los trovadores de dicho período hayan tenido un doble sentido con un preciso sentido críptico difícil de desvelar a través del singular trovar clus.

En el año 1250 el catarismo estaba definitivamente vencido, pero la Iglesia encontraba todavía frente a ella otra singular herejía: “El Amor”, que siempre había hecho causa común en contra de la jerarquía eclesiástica y, al revés, se mostraba a favor del catarismo. Así el Amors nacido en tierras d´Oc fue objeto de escándalo y escarnio por parte de la iglesia romana. Los que trataron de defenderlo, insistiendo sobre las virtudes que desarrollaba, no acertaron más que a señalar ante todo, su carácter herético. Al afirmar que el instinto erótico, por ser un hecho natural, podía también hacer surgir en el alma humana todas las buenas inspiraciones e incluso en su límite máximo, la virtud de la castidad, el trovador Montanhagol consiguió por fin ilustrar el significado, hasta entonces oscuro, sobre ciertas afirmaciones de sus predecesores que sobreentendían que el amor de la dama era causa y que el amor de Dios, consecuencia; o si se prefiere que Amors estaba en el origen de todas las virtudes.

De todas maneras se produciría un notable error si se tuviese que buscar un origen cátaro al tema del arte amatoria. Así haría falta admitir que la inmensa mayoría de los trovadores hubiesen sido cátaros, o por el contrario, que jamás ninguno de ellos llegó a serlo. Lo que sí resulta evidente es que algunos trovadores estuvieron influenciados por el catarismo (un ejemplo claro lo encontramos en la figura de Guilhem de Durfort, señor de Fanjeaux, quien fue al mismo tiempo trovador y creyente). Así, si el Amor cortés llegó a ser también tachado de herético, en realidad, lo era porque pertenecía a una herejía aparte y la afinidad o alianza que se adivina entre el catarismo y la erótica occitana se explican mucho menos por una influencia doctrinal mutua que por el hecho de que entraban ambas como elementos imprescindibles y coincidentes en la civilización occitana de los siglos XII y XIII.

CONDENA ECLESIÁSTICA DE LOS TROVADORES

La Iglesia rechazará de forma pública la doctrina del Amor cortés a finales del siglo XIII. Concretamente con fecha de 7 de marzo del año 1277 el obispo de París, Etienne Tempier, la condenó. De esta manera, la iglesia expresaba que no creía en la posibilidad de una unión platónica entre los sexos, para considerar finalmente como herejes, es decir, como cátaros a todos aquellos que aspiraban a un matrimonio espiritual.

A partir de finales del siglo XIII la erótica provenzal entra ya en una fase de abstracción. El amor puro intersexual va a cambiarse por otro mucho más puro o místico, pero carente de todo concepto sexuado, tomando como objeto ideal a Dios o la Santa Virgen. Así, la figura propia de La Virgen María suplantará el sitio ideal que tuvo antaño la Dama cortesana. Es el momento en que la poesía lírica se transforma y canta a la Virgen María como la mujer ideal por excelencia. Uno de los primeros autores de esta transformación fue Peire Guilhem de Lucerrna. Asimismo entre las canciones dedicadas a la Virgen sobresalen las compuestas por Guiraut Riquier en el año 1239, que constituyen una especie de manifiesto muy explícito en el que se condena fehacientemente el pasado y, por extensión, el amor profano. Amors ya no proviene del instinto natural sino que pasa a convertirse definitivamente en una gracia que desciende del cielo sobre el poeta elegido.

Estos nuevos temas de carácter marcadamente religioso ya no pertenecen al antiguo temario erótico-cortés. Aunque las canciones a la Virgen conservan todavía el vocabulario de la poesía cortés y que a la Dama se la llama Midons, de tal manera que los valores por el amor celestial, cantados por los poetas, comienzan a no coincidir ya con las precursoras cualidades mundanas. La Virgen inspira, a partir de este nuevo instante, valores tales como la caridad, la virtud y la razón. De esta forma, las antiguas composiciones trovadorescas se van vaciando de todo su contenido erótico y el arte amatoria se muere provocando la desaparición del Amors occitano.

En el año 1323, cuando la lírica occitana estaba ya en plena decadencia, siete trovadores de Tolosa, emprendieron la labor de revigorizarla o al menos, impedir que muriese al constituir la Sobregaia Companhia dels VII Trobadors de Tolosa. La redacción de sus Leys d´Amors será sometida imperativamente a la aprobación del Gran Inquisidor. Así basta con leer estas leyes atentamente para constatar que las exposiciones doctrinales concernientes a la poesía y el amor se resienten de la condena llevada a cabo por la Iglesia en 1277 contra la erótica cortés, y que obedecen estrictamente a las directrices morales eclesiásticas que son de obligado cumplimiento desde finales del siglo XIII.

Esta escuela, en la cual destacaría el noble Gastón de Febús, conocido como el príncipe de los Pirineos, no mantuvo más que por artificio y convención el vocabulario amoroso de los trovadores y no pudo salvaguardar los valores tradicionales surgidos del antiguo amor trovadoresco. Los trovadores del pasado, de nuevo, fueron condenados y la pasión “adúltera”, fuente de su inspiración, fue tachada como deshonesta e impura.

Como colofón surgirá con posterioridad la obra poética del valenciano Ausias March en el vecino Reino de Aragón. Su ternario de amor, el último aparecido en Occidente, se inspira en las teorías de Aristóteles sobre la amistad, así como en las de Andrés le Chapelain y en los trovadores del período clásico, estableciendo los siguiente grados para el Amor: el primero, es el amor puro (amistansa pura ou vertedeira amistat) que proviene del espíritu; el segundo, el amor mixto (el de los trovadores) que procede a la vez del cuerpo y del espíritu; el tercero, el amor utilitario y venal (matrimonio) que solamente corresponde al cuerpo. Este ternario es una reafirmación evidente contra el espíritu de las primigenias leyes de amor trovadorescas. La obra de Ausias March representa para la poesía medieval una nueva ralentización de la disgregación total y definitiva del antiguo amor provenzal. Así Amors desaparece del Reino de Aragón como desapareció antaño de Occitania.

COMPENDIO

Con la desaparición del mundo de los trovadores y los cátaros se extinguió una de las últimas posibilidades de que Occidente alcanzase a reencontrar sus propias raíces ancestrales, ya que el postrer intento se proyectará en la época del Renacimiento cuando estuvo a punto de conseguirlo. Es como si a nuestra cultura occidental presente se la hubiese dotado de un cuerpo al que se le han anulado los recuerdos de su infancia y la sensibilidad de su juventud. La antigua cultura occitana representa el crisol de experimentación de estos estadios psicológicos colectivos-sociales perdidos de la infancia y de la juventud occidental. La interpretación partidista de la Historia que sepultó la ideología de los vencidos, procuró ocultar intencionadamente dichos valores expresados tanto por los cátaros como por los trovadores que recogían los del mundo clásico oriental y grecorromano, es decir, aquellos que se desarrollaron en los teatros del mundo antiguo donde el ciudadano se mejoraba por la catarsis, y el de las escuelas clásicas donde fluían los pensamientos de los filósofos, así como los templos donde antaño se canalizaban los rituales iniciáticos.

Lo que se perdió con la eliminación del arte amatoria de los trovadores, expresándolo de forma precisa, es la aniquilación de las auténticas emociones y sensaciones supremas del ser humano. La erótica de los trovadores, hoy en día tan ignorada, desvirtuada y adulterada fue el origen, fresco e hipersensible, del Amor en Occidente, que tan soezmente ha caído hoy. Y asimismo lo que se perdió con la desaparición del catarismo fue la rotura de uno de los últimos cordones umbilicales que nos conectaban con los diáfanas y esenciales tradiciones cognitivas, es decir, la fuente de los auténticos conocimientos evolutivos del ser humano.

Con la supresión de ambas corrientes asistimos a la extinción del elemento más esencial para el ser humano: El Amor, ya sea amor puro, propiamente cátaro o amor cortés, propiamente trovadoresco. El Amor puro junto con la Voluntad pura es aquella esencia interna que todo lo puede por encima de cualquier limitación física, anímica o temporal y que, por tanto, transciende el logro final del ser humano. Mientras que el amor cortés es aquel que configura de por sí al hombre en su plenitud de ser temporal, de ser en experiencia en el mundo físico-psíquico con proyección futura para otros estadios evolutivos.

En Montsegur y PuIvert sólo quedan de pie unos restos monumentales que nos recuerdan la riqueza y esplendor que el hombre occitano experimentó a través de estos inolvidables movimientos y valores que fueron los cátaros y los trovadores. ¿Volverá el hombre occidental a rescatarlos? ¿Quedarán como meros recuerdos históricos? ¿Existirá dentro del ser humano una necesidad psicológica de reinventarlos? Son preguntas con difícil respuesta. El camino ya está señalado, solamente hacen falta unos nuevos actores que lo crean de verdad, bien en la práctica minoritaria del Amor Puro o bien en la praxis genuina del Amor Erótico. Y estos nuevos actores simplemente deberian ser las nuevas generaciones de hombres y mujeres.

BIBLIOGRAFIA

L´ÉROTIQUE DES TROUBADOURS

René Nelli  Éditions Privat. Toulouse, 1997

LOS TROVADORES

Martí de Riquer  Editorial Ariel S.A. Barcelona, 1989

EL AMOR CORTÉS EN LA LÍRICA ÁRABE Y EN LA LÍRICA PROVENZAL

Álvaro Galmés de Fuentes  Ediciones Cátedra S.A. Madrid, 1996

POESIA Y ARTE DE LOS ÁRABES EN ESPAÑA Y SICILIA

Adolf Friedrich von Schack  Ediciones Hiperión S.L. Madrid, 1988

CÀTARS I TROBADORS

Xavier Escura, Francesc Riart i Oriol Garcia  Signament Edicions. Barcelona, 1998

FEMMES EN LANGUEDOC

Gwendoline Hancke  La Louve Éditions. Cahors, 2006

LE ROYAUME OUBLIÉ (Hommage au Pays d´Oc)

Jordi Savall & Montserrat Figueres  Alia Vox (Textos + 3 CD musicales). Bellaterra, 2009

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